Eyes Foot Round

Al despertar nuestra conciencia recoge las vestimentas que dejó la noche anterior junto a la mesa de noche. Son estos ropajes que nos hacen sentir como un ser. Una cohesión de materia y pensamientos. La noche anterior dejamos prendas usadas, prendas con historia. A veces con jirones, otras con nuevos botones de oro. Toda una historia personal. Y en la mañana las recogemos y nos ataviamos.

El material de las prendas se desgasta, cambia, azotado por el maldito Crono, el tiempo sin escrúpulos. Pero cambia no cada día, ni cada hora, ni cada minuto; cambia constantemente. En cada instante.

A la mente no le conviene entender que en cada instante somos distintos. Dependemos de la inercia del ser, de la entidad de apariencia constante que creemos ser. Solo confesamos que hemos cambiado cuando es inevitable. Cuando comparamos el joven con el adulto, el adulto con el anciano o la sabiduría después de una experiencia particular. Pero en realidad los cambios en nuestra entidad son brutales, frecuentes, incesantes. Pero mantenemos la ilusión, sin pensar que es una ilusión. Ensueños.

En las mañanas recojo mi identidad de ayer, que no es ya la misma. Y tampoco lo es después de este punto final.